OPINIÓN
El País de las Nubes
Ramón John
Cada 7 de junio se conmemora en nuestro país el Día de la
Libertad de Expresión, no es de extrañar que en este día como en años
anteriores se resalte en el discurso oficial un país que en nada se puede
comparar con el México real, pues es de sobra conocido que nuestra nación ha
sido catalogada como uno de las más peligrosos lugares para ejercer el
periodismo pues en cifras ya llevamos más de un centenar de colegas asesinados
desde el año 2000; ya los medios proporcionarán datos más precisos sobre este
aspecto; pero lo que interesa exponer en este espacio es algunas reflexiones
sobre el ejercicio periodístico en dos dimensiones.
El primero corresponde a su
configuración histórica, ya que el periodismo en el territorio nacional a
partir de la conformación del Estado posrevolucionario, nace de la mano con el
poder político (Rafael Rodríguez Castañeda, Prensa Vendida, editorial Grijalbo,
1993) y el gran empresariado de los medios de inmediato se fusionó con la clase
política para legitimar un régimen surgido de la violencia y de la guerra civil
con el afán de lograr la unidad nacional.
Los periodistas se tuvieron que
sujetar a lo que la empresa dictaba, en caso contrario se atenían al limbo del
anonimato, si es que osaban tocar la figura presidencial, los símbolos patrios,
el ejército y al secretario de gobernación; las famosas críticas veladas o leer
entre líneas era lo más convencional.
Con el paso del tiempo y ante las demandas
de una sociedad más abierta, poco a poco se fue modificando el Sistema Político
Mexicano; ya con la llegada de la alternancia el empuje de la sociedad civil
logro una mayor apertura en los medios, porque no fue una gracia presidencial
ni una dádiva del poder, fue una lucha desde varios frentes expresado en
diferentes acontecimientos históricos que exceden este espacio, no obstante la
inercia histórica derivó en lo que actualmente ejercemos con todo y sus
limitantes y sus cuestionamientos.
Medios monolíticos como las televisora
oficialistas –TV Azteca y Televisa- continúan en la época de las cavernas en
cuanto a libertad de expresión por más que tengan comentaristas para sus dizque
programas de análisis, todos ellos están marcados por una sumisión al poder
presidencial lo mismo que hacían con Felipe Calderón Hinojosa hoy lo continúan
reproduciendo con Enrique Peña Nieto, el culto a personalidad del Ejecutivo
está vigente como hace décadas, no ha cambiado en nada, la sumisión es absoluta
donde la falta de cuestionamiento y contrapesos a las decisiones del poder son
obvias.
Sin embargo a diferencia de antaño hay medios que nos muestras otra
realidad ajena al país de las maravillas que siempre nos pintan, La Jornada, como siempre Proceso o el
programa de radio de Carmen Aristegui son una muestra de muchos más que están a
lo largo del territorio nacional –incluidos las radios comunitarias- que junto
a las redes sociales y los espacios en internet se convierten en muy buenas
alternativas.
Esta libertad es algo que solo disfrutaron en su momento, durante
el régimen autoritario del PRI la llamada prensa marginal (Raúl Trejo Delarbre,
La Prensa Marginal, Ediciones El Caballito, 1980) pero siempre bajo el riesgo
de la represión.
En cuanto la segunda dimensión, el ejercicio periodístico ha
sido brutalmente reprimido por la delincuencia organizada, con un riesgo mayor
ya que esta actúa con total impunidad acompañada de su poder corruptor para
obtener la complicidad de las autoridades de los diferentes niveles de gobierno.
Ante este panorama sería muy difícil hacer un festejo realmente acorde a la
libertad de expresión, pero mientras queden librepensantes que plasmen sus
ideas y se conozcas quedara una base para defender nuestra libertad de
expresión.
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