OPINIÓN
Las otras verdades
Eduardo Cruz
Silva
Según afirma el periodista e investigador histórico Erick Ricardo
Osorio Casas,al parecer, la fiesta de la Guelaguetza tiene sus orígenes en los
festejos zapotecas de la fiesta llamada hueytecuhilhuitl, “Fiesta grande de los
Señores”, traída por los mexicas y los ritos dedicados a Centéotl, “Diosa del
Maíz tierno”, a quien hacían grandes honores y ofrendas con las cuales se
esperaban obtener fertilidad en los campos.
Posteriormente con la llegada de
los españoles y la consiguiente “evangelización”, los franciscanos y dominicos
prohibieron las prácticas dedicadas a la Diosa Centeótl, destruyeron el teocali
situado a las faldas del cerro “Daninayaoloani”, hoy cerro del Fortín y en su
sitio construyeron el templo católico dedicado a la Virgen del Monte Carmelo,
hoy templo del Carmen Alto, ubicado en la calle de García Vigil.
En los tiempos del llamado México
independiente la fiesta de la Virgen del Carmen era ya parte de las tradiciones
del pueblo oaxaqueño. Posterior a la asistencia de los actos litúrgicos del
Templo del Carmen Alto. Se continuó asistiendo al cerro del Fortín, a la fiesta
de los Lunes del Cerro, a realizar una convivencia de la sociedad de ese
tiempo, claro está, con su respectiva distinción de clases: campesinos,
jornaleros, amos en donde se vendían y compartían alimentos, ya no se
ofrendaban a la diosa Centéotl.
En aquellas fiestas de los lunes
del cerro los pobladores del valle de Oaxaca se congregaban en el cerro del
Fortín a disfrutar de los cantos, la música y los bailes de los valles
centrales. Así mismo en distintos puntos del valle como Villa de Etla, Cuilapan
de Guerrero, Zaachila, Mitla, realizaban su propio lunes del cerro en lomas y
peñas, que coinciden con ser sitios de importancia religiosa de asentamientos
zapotecos y mixtecos. (A la fecha estas poblaciones continúan realizando sus
lunes del cerro).
En 1932 con motivo del
aniversario 400 de la ciudad de Oaxaca se realizó por primera vez la fiesta del
lunes del cerro en forma masiva, paso previo a la globalización y modificación
de la festividad. En el año de 1953 se realizó la conjunción de la Guelaguetza
y la Fiesta de los Lunes del Cerro, como hoy la conocemos, con la presentación
de las delegaciones de las 8 regiones del estado.
En esta “nueva” fiesta de la Guelaguetza, los
pueblos expresan a través de sus bailes, su música, su canto, una muestra de lo
que es su etnia. Se reunió a los diferentes pueblos de Oaxaca y su diversidad,
portando las vestimentas características de su región. Al término de la
participación de cada grupo, se ofrece a los asistentes su “Guelaguetza” es
decir se da y recibe los productos característicos de las regiones
participantes, se ofrendan unos a otros parte de lo que cada pueblo cosecha.
Los lunes del Cerro que son
arropadas por otras manifestaciones culturales, como Leyenda de Donají y el “Bani
StuiGulal” que significa repetición de
lo antiguo, se han convertido en detonantes del turismo en la capital
oaxaqueña. Sin embargo, esa expresión
cultural perdió su esencia y ahora es un
show comercial al que todos meten mano, pese a ello
sobrevive y aun despierta admiración en propios y extraños.
Paralelo a los atractivos que Oaxaca puede ofrecer al visitante en estos
días o en cualquier otra temporada del año. Oaxaca ofrece hoy un panorama
desolador en su red carretera, tanto federal como estatal, vías deterioradas,
sin señalamientos, con baches y derrumbes, etcétera.
Los principales mercados y centros de abasto convertidos en muladares y
nidos de delincuentes. Las calles del Centro Histórico de Oaxaca, expropiadas
por las organizaciones de vendedores ambulantes, fijos y semifijos. Edificios
históricos pintarrajeados y destrozados por las constantes turbas de
manifestantes que son el pan de todos
los días en la capital oaxaqueña.
Inseguridad total en el rubro del servicio de transporte. Nula cultura
vial con congestionamientos vehiculares a toda hora y peatones en la indefensión. Calles con aguas
negras en la superficie o sucias. Parques arrebatados a la sociedad convertidos
en tianguis pueblerinos.
Jardines y espacios recreativos con escaso mantenimiento y en algunos
casos como el Parque del Tequio, convertido en zona de emboscadas y asaltos. Como sea, es nuestra realidad, lo que ahora
tenemos y que tristemente ofreceremos a nuestros visitantes. Una entidad
vapuleada, deteriorada y cayéndose a pedazos por la ineptitud e indolencia de
nuestras autoridades. Bienvenidos pues.
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