El País de las Nubes
Ramón John
El pasado nueve de agosto se
celebró el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, establecido el 23 de
diciembre de 1994 por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su
resolución A/RES/49/214, se dedicó en primera instancia a un decenio
(1994-2004), posteriormente se extendió otro más del 2005 al 2015, con el tema
“Un decenio para la acción y la dignidad”.
Esto es en cuanto a la
formalidad, pero en casos concretos como sucede con el Estado Mexicano si bien
se pueden reconocer algunos avances sobre la materia en los últimos años
gracias a la rebelión zapatista en 1994, históricamente y en la actualidad deja
mucho que desear en política a favor de la conservación, promoción y fomento de
la pluralidad étnica; en complemento con lo anterior, tampoco existe una
política lingüística que trate de conservar y fomentar las lenguas vernáculas,
en contraste con las distintas disposiciones que podemos consultar cuya
escenografía nos ilustra un país que en definitiva no es el nuestro.
Las llamadas identidades
colectivas tienen ante sí el reto de conservar el patrimonio cultural y
lingüístico que por lo visto no está considerado dentro de las políticas de
Estado, mucho menos para gobiernos neoliberales como los que actualmente hemos
tenido. Incluso el debate de la identidad tiende más a incorporar al país a la
llamada globalización según los cánones de las naciones hegemónicas
capitalistas, que a un verdadero intercambio multicultural por todo el orbe.
Por un lado tenemos que lejos de aplicar las
leyes para conservar las lenguas indígenas, se omiten y continúan en su
extinción. Por el otro existe un doble discurso de una identidad que no es
preciso, que es difuso y que solo le sirve a los funcionarios para exhibir un
folclore que a leguas se nota, tan solo vean las ridículas fotografías de
funcionarios que se visten a la usanza de la etnia donde van a promocionar
algún programa de gobierno para simular algo –y que ellos mismos no saben qué
es- que se queda para los archivos de comunicación social.
El debate de la identidad
no es tampoco como se ha propuesto en la revista Relatos e Historias de
México (agosto 2013, n° 60) que si bien gira dentro del llamado indigenismo
contra el hispanismo, el autor ubica a los mexicas como el centro de la defensa
de la identidad étnica –y tal vez crea que es así en todo el país-, situación
que es incorrectas, pues en las grandes urbes como es la ciudad de México al no
tener patrones de referencia culturales, asumen a la cultura mexica como la
representante por excelencia de nuestra identidad nacional, cuando existen en
el país más de medio centenar de etnias.
Por ejemplo, aquí en la Mixteca
existen loables esfuerzos por reconocer y valorar la cultura Ñuu Savi, una de ellas es el Seminario Permanente de
Historia Regional Mixteca que acertadamente coordina Guillermo Círigo
Villagómez, titular de la Unidad Regional Huajuapan de Culturas Populares; y
otros como el XIII Congreso Tu´un Savi celebrado del 26 al 28 de julio en la
ciudad de Tlaxiaco.
En este marco, una verdadera
política a favor de las culturas y lenguas autóctonas vendrá de lo que hagan
las distintas etnias, de la sociedad y por la sociedad, y solo pocos, muy pocos
sectores y niveles del gobierno –administración pública- podrán impulsarlos
dada la poca atención de parte de la visión tecnócrata y neoliberal, así que
falta mucho por hacer en pro de nuestras culturas y lenguas vernáculas.
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